Una sonrisa para el alma
- HSG
- 31 ene 2015
- 1 Min. de lectura
Se me hacía tarde, todos los días caminaba a toda prisa por aquel parque. Andaba por ahí hasta que te vi. Lo sabía, eras tú, no, eras yo. Caminé más despacio, quería acercarme y a su vez tenía miedo de sonar como un loco, bueno, aunque creo que ya estarías acostumbrado. En fin, me armé de valor, rodeé el parque para pasar frente a ti. Te veía a lo lejos, tenía el estomago reducido y caminaba con pies de plomo. Cuando me acerqué más, a pocos metros de ti, intenté dar la vuelta pero ya habías advertido mi presencia, así que seguí. Frente a ti caminé más lento, casi sin andar, me dedicaste mi mejor sonrisa, mis ojos revelaban la sabiduría de aquellos años agregados pero mi semblante no. Hice ademán de saludarte con la mano y sonriendo me dijiste - Las cosas buenas no llegan solas, se te hace tarde- Asentí sonriendo y seguí, cuando me di vuelta, ya habías desaparecido. Salí del trabajo y corrí a mi casa a escribir esta carta y guardarle en un baúl. Quiero leerla cuando seamos los dos.
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