Horda anónima de sentimientos encontrados
- Heriberto Sánchez
- 6 mar 2017
- 4 Min. de lectura

No sé dónde estoy, lo único que me rodea son edificios muy altos totalmente acristalados, en los cuales puedo ver mi reflejo, rascacielos que se elevan ante mí como titanes de acero y hierro. Estos mismos edificios forman callejones que no tienen fin, no me atrevo a tomar ninguno, estoy varado en medio de la nada, con cientos de caminos ante mí. Tampoco puedo decir si es de noche o de día, todo es color gris, todo es igual. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no soy el único. Puedo ver gente que camina con paso presuroso, llevan sacos y pantalones, trajes sastres y portafolios, no distingo a nadie, ninguno de ellos tiene rostro, son como unos maniquís sin facciones, solo se ve la forma de lo que debería ser el cráneo.
Al darme cuenta de eso empiezo a sentir escalofríos, no sé exactamente qué son, si son humanos disfrazados, robots o criaturas de otro planeta, empiezo a sentir miedo e intriga, me sudan las manos y aunque quiero echar a correr no sé hacia donde ir.
Comienzo a sentir una pesadez en las piernas que no me permite moverme y aunque estoy ahí parado, aquellos seres pasan junto a mí como si yo no existiera, ni siquiera siento que existo para ellos. Mi respiración se agita y la frente comienza a sudarme también, siento cómo los latidos de mi corazón se aceleran, así que inhalo profundo y exhalo despacio.
Con toda la cautela que mi cuerpo me permite intento dar un paso, como quien teme estar escondido en un lugar y ser descubierto porque corre grave peligro. Me muevo y nada, todos me ignoran, nadie se percata de mi presencia o tal vez no les importa. Empiezo a caminar despacio evitando chocar con alguno de ellos, voy sobre la acera y a una distancia próxima veo que hay una esquina y se vislumbran dos caminos, empiezo a caminar con más precaución, llegó a la esquina y no sé qué camino tomar.
Me quedo parado ahí durante un momento sin saber hacia donde ir, decido virar hacia la izquierda y empiezo a notar que algo sucede. Las criaturas han disminuido su paso, de momento ya no me siento ignorado, es como si hubiesen esperado hasta que yo dejara esa acera para reaccionar.
Entonces uno pasa junto a mí y escucho un saludo, otro detrás dice mi nombre, otro dice un “Te amo”, otro más dice que soy su mejor amigo, y de repente entre voces indistintas, automáticas y monótonas empiezo a escuchar expresiones de afecto que me resultan muy familiares, definitivamente son frases que me han sido dichas durante toda mi vida por personas que quiero, que quise, ¿Por qué me suenan ahora tan indiferentes?
Entre tanto siento una nostalgia que me invade, piezas de mi vida comienzan a caer sobre mi corazón herido, a pesar de la forma autómata en que dicen aquellas frases comienzo a recordar con nitidez aquellos momentos en que me fueron dichas. Promesas, momentos, recuerdos, lugares, personas, miradas. Aquello que en algún momento tuvo valor y hoy carece de total sentido. Todo llega a mi cabeza y empieza a golpearme. Siento que caigo una y otra vez de un risco que va desde mi mente hasta mi pecho. Una espiral sin fin de recuerdos me ataca hasta que toco el piso. Silencio. Un zumbido. Vuelvo en mí. Pasos. Pasos uniformes. Un desfile. Un pelotón.
Volteo y me doy cuenta de que hay todo un sequito tras de mí, comienzo a sentir miedo de nuevo, empiezo a agitarme y decido apresurar el paso, entonces, me doy cuenta que conforme yo camino más rápido ellos también lo hacen, intento buscar una salida, pero solo veo una recta sin fin, me echo a correr y aunque ellos no corren siento que son lo suficientemente rápidos como para no dejarlos atrás.
Empiezo a llegar un lugar donde frente a mí se abren más caminos, similares a los de donde estaba, aunque no tengo la certeza de si es un lugar distinto o regresé al punto de partida, sigo escuchando los pasos y las voces detrás de mí y me percato de que delante de los caminos, a lo lejos, se aproxima otra horda de criaturas sin rostro trajeadas, ellos también vienen diciendo frases que apenas alcanzo a distinguir.
Estoy totalmente rodeado, otra vez me paralizo y no puedo moverme, su presencia está cada vez más cerca de mí, las voces son cada vez más estridentes, expresiones de afecto sin intención que son dichas por rostros anónimos empiezan a retumbar en mi cabeza. Los tengo a metros y poco a poco a centímetros, comienzo a desquiciarme y el miedo se apodera cada vez más de mí, preso de mis emociones grito, les grito que paren, que se callen, que me dejen en paz, que nada de lo que dicen es verdad, que ni siquiera lo sienten.
Pero todo es inútil, ellos no cesan, siento entonces cómo me toman por los hombros, intento quitarlos pero empiezo a ser jalado de los brazos, me inmovilizan por completo y todos apoyan sus manos sobre mí, en realidad, no sé si son manos, se siente como porcelana, están heladas.
De repente, siento presión y más presión sobre mí, no paro de llorar y gritar, me doblegan hasta caer sobre mis rodillas y mientras eso pasa, empiezo a perder de vista los edificios, lo único que veo son rostros sin facciones que se aproximan cada vez más a mí.
Doy un último bramido de desesperación y acto seguido despierto en mi cama bañado en sudor, totalmente agitado y nervioso, ya es de mañana, lo sé porque el sol se filtra por los resquicios de mis persianas, me percato de lo mucho que aprecio la vida a color después de aquel sueño, me levanto al baño para lavar mi rostro. El agua helada me reconforta y me hace sentirme más cerca a la realidad, tomo una toalla y al mirarme en el espejo comienzo a recordar aquellas frases, la tristeza me invade de nuevo. Mi expresión cambia. De pronto no me reconozco. Todo se vuelve gris y aunque no puedo mirarme, incluso antes de tocarme lo sé. Yo también me he quedado sin rostro.
Comentarios