Venus de Plata

“Te quiero”, estas dos palabras dichas en el momento adecuado y a la persona correcta son un parte-aguas en la relación que se tenga, porque así como puede unir, puede separar, y si por añadidura se dice cargado de “verdad” y este es correspondido entonces se produce una especie de orgasmo auditivo que propaga ondas de manera aleatoria que retumban en cada milímetro de la piel y atraviesan los poros uno a uno.

Te quiero, pero no puedo decir que te conozco bien a bien, me contaron que naciste lejos de aquí, en un lugar donde hay playa y emana la plata, de tu nacimiento sólo sé lo que mi imaginación me ha contado; emergiste de la espuma del mar en una concha marina, con el cabello del color del atardecer y la piel blanca como la espuma misma, tienes un acento extranjero que solo dejas escuchar a quien te lo pide, la voz suave y melodiosa y qué decir de tu risa que es tan dulce y agradable como las flores en mayo. Te quiero por tus costumbres y tus rutinas y me gustas como un helado en un día lluvioso, “porque sos pueblo te quiero” diría Benedetti, pero a vos te quiero porque sos vos y nadie más.

Aún en el abismo que crea la distancia y la duda permanente de tu existencia, me he permitido soñarte un par de veces y guardarlo en secreto cada una de las proyecciones que mi mente lleva a cabo por las noches; y ¡cómo olvidar aquel sueño en el que tus pecas fueron marcando el camino de besos que debía recorrer para llegar hasta tus labios! Y aún con lo mucho que te quiero, no me basta como para olvidar el hecho de que estoy enamorándome de alguien que es lo más parecido a un fantasma y al final de cada sueño vuelve al mar en su concha de plata y se diluye en la espuma blanca.

#prosa