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A la sombra de tu espejismo

  • Luna Vicario
  • 4 may 2017
  • 4 Min. de lectura


Hoy quiero dejarte ir, aunque realmente nunca estuviste conmigo. Pero me aferré tanto a la idea de poder estar juntas un día, que hice de esa relación ficticia, mi pan de cada día.

Te escribí una carta por día, y dos si tenía la suerte de hablar contigo. Realmente no decía muchas cosas relevantes, me gustaba platicarte acerca de mi día y preguntarte por el tuyo, aunque claro, jamás obtuve una respuesta, en realidad fuiste más mi amiga imaginaria que la ilusión de una novia, ¡qué tristeza me da, que ésta sea la última de ellas! Porque el buscarte en silencio por los pasillos de la escuela, tratando de seguir el rastro de tu perfume se volvió prácticamente en mi cardio, y ese olor entre cítricos y flores… ¡Aquel bendito aroma! Parece que puedo percibirlo de solo pensar en tu cara. Pero ya no debo, no es sano para mí, y no creo que sea cómodo para ti enterarte de toda mi desgracia.

Pero ese no es el tema, ya no quiero tener tu fantasmal imagen rondando por mi mente, ni mentirme más al respecto de nuestro inexistente noviazgo, de las falsas citas que mi mente reprodujo cada noche antes de conciliar el sueño, de las pláticas que nunca tuvimos y jamás tendremos.

Por fin tiraré a la basura, aquella tarea que dejaste olvidada en uno de los jardines de la universidad y que yo guardé con tanto recelo, como si me hubieras regalado un ramo de tulipanes, me desharé del lapicero que me prestaste y nunca te quise regresar porque lo tuve guardado en una caja de madera, junto con el pasador que cayó de tu castaña cabellera cuando salías del salón 304 un jueves de septiembre.

Me olvidaré por completo de las 4 cervezas que bebiste en el concierto de Café Tacvba e hicieron que lloraras cuando cantaron “Avientame” mientras pensabas en solo Dios sabe quién, de la manera meticulosa con la que doblabas tus servilletas al comer, de la sonrisa coqueta que hacías cuando te ponías nerviosa, del triángulo que forman tus lunares en la parte izquierda de tu cuello.

Debo pedirte perdón, por seguirte durante tanto tiempo, y hacerte la protagonista de mis fotos en los eventos escolares. Debería imprimir esas fotos y dártelas, no soy quién para tener en secreto las 35 sonrisas que capturé, 18 ceños fruncidos, 5 caras de angustia, 40 carcajadas explosivas, pero… ¿Quién cuenta eso?, sin mencionar las 2 fotos en las que estás llorando, y siempre quise preguntarte el porqué, pero apenas y me atrevía a darte los buenos días, y de esas 100 fotos, por lo menos en la mitad usabas tu blusa favorita y un listón color rosa sujetando una media coleta.

Todos los regalos que “casualmente” encontrabas, los dejaba yo en dónde pudieras verlos y solo tú pudieras prestarles atención para llevártelos, y me hervía la sangre cuando le dabas gracias a Dios por encontrártelos. No eran coincidencias, me enojaba conmigo por no dártelos personalmente, y contigo por atribuirle a “Dios” algo que no haría, porque nunca lo vi presentarse en mi vida, no lo vi el día que falleció mi abuelo, no estuvo ahí cuando oraba pidiendo ayuda para poder quererme. Porque ¿qué clase de Dios generoso y benevolente, permite que sientas miedo de dejar ser querida por él y por una insignificancia como lo es un gusto la pueda condenar a la eternidad del infierno?

Así que, sí también eliminaré la lista de reproducción que me hacía pensar en ti, y que todas esas canciones pudimos haberlas escuchado juntas. Me olvidaré de tu horario para dejar de tropezar contigo y tus pecas que se clavaban en mis ojos cuando me pedías perdón por haber chocado y yo sólo balbuceaba, olvidar que tu color favorito es el verde, que te gusta el café con un poco de crema y 3 cucharadas de azúcar, te molestan los ruidos chillones y te pone de nervios que te toquen la cara.

¿Debí haberte dado las pulseras de tela que compré pensando en ti cada vez que me iba de viaje?, ¿fue listo de mi parte el no darte el boleto de concierto que compré para ti?, porque no lo sé, tal vez pudimos haber ido juntas como nos imaginé cuando estaba sola en aquel inmenso campo lleno de gente que no conocía, cantando con ellos canciones que no me sabía del todo la letra o que ni siquiera me gustaba tanto el grupo como te gustaba a ti, solo para tener un tema de conversación contigo. Y hoy, quiero mandarte al carajo, nunca lo sabrás, así como en estos 14 meses nunca te diste cuenta de lo mucho que te quería, y que me gustabas, en cómo mi corazón se volvía un colibrí cada vez que te veía pasar cerca de mí.

Ahora siento un poco de vergüenza por las incontables veces en las que hice reservación en mi restaurante favorito, para dos personas, y solo llegaba yo con un ramo de flores, diciéndole a las meseras que no tardabas en llegar, pero claro que nunca llegaste y no lo ibas a hacer porque no estabas enterada de esos planes, jamás te dije que fui al cine unas 33 veces pensando en ti, ni de las 15 exposiciones que vi en los museos de la ciudad creyendo que me tomarías de la mano y después iríamos a platicar a algún bar.

Amor, perdón por no haberte dicho nada, por nunca haberte hecho saber lo mucho que te quería.

Pero hoy, lo único que quiero y puedo decirte es adiós.

 
 
 

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