top of page

México

  • I. Heiriku
  • 21 sept 2017
  • 5 Min. de lectura

Antes que yo partiera de México para comenzar mis estudios en Rusia, mi tía Yoko -persona que quiero como a nadie- me dio el primer volumen de "Historia de las Relaciones Mexicano-Japonesas", libro que me fue de bastante interés por motivos de mi carrera, pero más que nada pues sentí necesario el entender la relación de los dos países que forman mi identidad. De alguna manera, no conocer esa historia me hacía sentir que ni siquiera me conocía a mí mismo.

Comencé la lectura en el avión y para quien me conoce en persona no le será sorpresa que casi me haya puesto a llorar. Soy tan sensible como piel de gringo después de un día de playa. Después de un mensaje del embajador Shuichiro Megata, un prólogo a la traducción y un prefacio, el libro abre con el siguiente capítulo del cual quisiera compartirles algunos fragmentos:

I. Testimonio del vínculo: El Gran Terremoto de Tokio y el Temblor de México. El día 1º de Septiembre de 1923, a las 11:58 de la mañana, un terremoto, de magnitud 7.9, azotó a toda la región de Kanto (el área de Tokyo). En Tokyo, era la hora cercana a la comida del medio día, y de un sin número de anafres y estufas se produjeron incendios y un gigantesco desastre secundario se extendió por toda la ciudad, convirtiendo las calles, literalmente, en un inferno de llamas, llanto y desesperación. El número de muertos ascendió a 91,344, las casas incendiadas fueron 464,909 y las pérdidas se estimaron en 10 mil millones de yenes.

El 5 de septiembre, el Presidente Álvaro Obregón envió un comunicado al Secretario de Relaciones Exteriores pidiendo, perentoriamente, ayuda para Japón. El texto decía: “Con el objeto de prestar una ayuda adecuada a Japón, con motivo del desastre ocurrido en días recientes, ¿tendrá usted a su disposición un remanente presupuestal de 50 mil pesos? En caso de que no los tuviera, deseo que obtenga, a la brevedad posible, la autorización del Congreso para una partida presupuestal extraordinaria” El jefe de un estado se había puesto a la cabeza del movimiento de ayuda hacia Japón.

Se formaron 2 comités. Una, formada por el personal gubernamental: el Comité de Socorro de los Empleados Federales de México para los Damnificados del Japón y, la otra, el Comité de Socorro Pro-Japón. El segundo de los comités mencionados abrió una oficina en la Ciudad de México y, utilizando el lema: “Como principio, amor a la humanidad, México hacia los hermanos de Japón”, desplegaron una intensa campaña de ayuda.

A las 7:18 de la mañana del 19 de Septiembre de 1985, la Ciudad de México fue sacudida por un fortísimo temblor que la estremeció desde sus profundidades. La energía de este movimiento telúrico, con epicentro en el fondo del mar, 350 km. al sur de Acapulco, tuvo una magnitud de 8.1 grados (originalmente se dijo que había sido de 7.8) y fue el más fuerte que hubiera experimentado México. El temblor tuvo una réplica de 7.8 grados al día siguiente y el total de los estremecimientos, de muy diversas intensidades, sobrepasó la cuenta de las 500 e hizo que la ciudad cayera en una situación casi de pánico.

De acuerdo con los datos dados a conocer por la policía y la Cruz Roja, el número de muertos era entre 13,000 y 15,000; los desaparecidos entre 3,000 y 5,000 y se estimaban alrededor de 10,000 personas heridas. El Zócalo que había estado vacío, se llenó con 200,00 personas. Nadie sabe de dónde salieron; pero que, crucifijo en mano, rezaban “Señor Dios, perdona nuestros pecados”.

No se puede saber cuantos japoneses que, viendo las escenas de destrucción que aparecieron en las pantallas de televisión, recordaran la tragedia que ocurrió 62 años antes. En el mismo mes de septiembre, hacia 62 años, los habitantes de Japón, con la población de Tokyo al frente, habían estado, al igual que los mexicanos, en el fondo del temor y la desesperación, “olvidados por dios”.

El 20 de septiembre fueron despachadas 2 personas, como Primer Grupo Internacional de Investigación Médica de Emergencias.

El 21, la Nippon Senpaku Shinkokai, hace la remesa de 10 millones de yenes. Llegaron 20 ingenieros de servicio de Mitsubishi Electric.

El 23 de septiembre llegaron 4 médicos de la Cruz Roja Japonesa, con 500 botellas de sangre y, durante 2 días, sin descanso, se dan a la tarea de atender a los heridos del Hospital Juárez, el cual había quedado destruido. Ese mismo día, un niño de 8 días fue rescatado con vida después que un perro escuchara su llanto. El niño portaba su banda de identificación y se supo con certeza de quién se trataba, pero también se comprobó que su madre había muerto bajo los escombros, causando consternación entre los presentes y gran compasión por el bebé. La noticia del rescate de este infante fue transmitido, en vivo, por la mañana del día 24. Cuando el pecho del bebé se infló, el reportero reaccionó exclamando “Esto es la vida”.

Septiembre 24. El gobierno japonés dona 1.25 millones de dólares como ayuda para la reconstrucción.

Septiembre 25. Llega de Japón el Segundo Grupo Internacional de Investigación Médica de Emergencias, compuesto por 4 personas.

Septiembre 26. Llegan 30 equipos de resucitación.

Septiembre 27. Llega de Japón un grupo de 6 expertos en seguridad de plantas de refinación de petróleo.

La ayuda de Japón, tanto oficial como privada, continuó llegando.

Las relaciones Mexicano-Japonesas comienzan desde 1609. La primera misión oficial de Japón a México llegó cinco años después encabezada por el Samurai Tsunenaga Hasekura. Es una relación con más de 400 años de existencia entre dos países cuyos legados culturales y espirituales fascinan al mundo entero. Su fraternidad durante ambas tragedias no me provoca sorpresa, sino un gran orgullo; pues no sería la única vez que México extendería la mano a aquel país del sol naciente, y esto nos lo recuerda el Primer Ministro Shinzo Abe en el siguiente comunicado emitido tras la tragedia del 19 de Septiembre: En nombre de un país amigo de su nación con una larga historia de amistad y de un país que ha vivido los sufrimientos causados por sismos al igual que México, le expreso mi profunda tristeza al conocer que el terremoto ocurrido el 19 de septiembre provocó graves daños y la pérdida de vidas de un mayor número de ciudadanos mexicanos que el ocurrido el pasado 7 de septiembre.

Quisiera expresar mis más sinceras condolencias a las familias de quienes perdieron la vida y mi solidaridad a los afectados por el terremoto.

En el Gran Terremoto del Este de Japón de 2011 recibimos de manera inmediata un gran apoyo por parte de México; esta vez deseamos retribuirles de la misma forma. El gobierno de Japón expresa su decisión de enviar un grupo de asistencia en emergencias para el rescate de personas. Estamos dispuestos a brindar un apoyo total. Deseo de corazón la inmediata restauración de las zonas afectadas.”. Como alguien que no es religioso, pero que atesora la espiritualidad que ambos países llevan en las venas, debo decir que se equivocaron aquellos mexicanos buscando el perdón de Dios durante el 85, así como se equivocaron aquellos japoneses que sintieron que les había abandonado en el año 1923. Si Dios existe, está en nosotros; está en esos mexicanos que aún heridos por la Revolución sintieron necesario el brindar ayuda a una nación a un océano de lejanía, está en los japoneses que en su empatía devolvieron el favor 62 años después, está en los mexicanos que entonces y ahora no dudan en levantar escombros con sus propias manos desnudas. Está en ti. México, siempre ha estado en ti.


 
 
 

Comments


pUBLICACIONES DESTACADAS

Palabras de un Fénix© Copyright 2015. "A través de este enunciado hacemos expreso que las publicaciones existentes en este blog pertenecen a nuestra autoría. Queda prohibida la difusión de las obras sin dar crédito a los respectivos autores."

bottom of page