¿Por qué "Luna"?
- Luna Vicario.
- 6 oct 2017
- 3 Min. de lectura

PRIMERA PARTE Mi memoria comienza a los 3 años, mi familia solía hacer viajes al Puerto de Veracruz muy seguido y para la manera en la que percibía el transcurso del tiempo en aquel entonces lo sentía como si la mayor parte del tiempo lo pasáramos en la carretera, aunque claro está que en aquellos ayeres todo era más barato y un poco más seguro porque podíamos viajar de noche sin temer a ser víctimas de una piedra en el camino o un asalto a medio camino, y por alguna razón que todavía no logró entender, le decía a mi mamá que no tuviera miedo porque la Luna nos iba siguiendo y ella cuidaba de nosotros, nos abrazaba con su luz y esta era como la capa de invisibilidad de Harry Potter así que la maldad no podía vernos. SEGUNDA PARTE En el Puerto de Veracruz nos quedábamos hasta que anochecía, así que podíamos ver el atardecer desde el malecón, y mi papá nos platicaba a mi hermano y a mí que justo cuando el Sol se ocultaba y la Luna salía tras él se creaba una franja naranja, el tono era tal que al verlo se te calentaba el pecho y tu alma se ponía tibia, y justo cuando sentías eso al ver esa franja naranja, en el cielo se abría un portal entre dos mundos. Nunca se lo dije, pero yo imaginaba que la Luna iba atrás del Sol para cerrar ese portal que él había dejado abierto sin precaución alguna. TERCERA PARTE Mi padre nació en octubre, para mí ese es su mes y entre letras va su nombre incrustado. Él sabía de mi amistad con dicho Satélite, así que me regaló sus lunas, ¿saben cuál es la emoción de una niña de 3 años al saber que la Luna le pertenecía un mes completo? ¡Era enorme! Más aún al saber que el hombre de sus ojos y el héroe de sus sueños se la había regalado. Era mi secreto más preciado, no quería que nadie lo supiera para que no trataran de robármela. CUARTA PARTE Ahora toca la aportación que le hizo mi madre al seudónimo. Esta historia es menos romántica que la de mi papá, puesto que se debe a una pesadilla. Viajábamos de noche (como de costumbre) e íbamos rumbo a Jalcomulco, un pueblo precioso al que llegábamos por la carretera federal de Xalapa y que hasta la fecha nos sigue encantando por todas las actividades que se pueden hacer en él. El cielo estaba despejado al igual que el camino, así que mi papá quiso parar un momento para ver el cielo, mi hermano iba en el asiento del copiloto, y mi mamá atrás conmigo, casualmente era octubre y en aquella pesadilla el tamaño de la Luna era sumamente imponente, el coche en el que viajábamos tenía quemacocos (aunque nunca hemos tenido un coche así) y lo abrimos para poder ver esa enorme esfera blanca destellante. Hasta ahí todo iba bien, pero mi mamá estaba enferma y de la nada me abrazó y comenzó a llorar, tomó mis manos y me sentó en sus piernas, acariciaba mi cabello e iba deshaciendo las trenzas que ella me había hecho para que pudiera dormir y mientras hacía eso, me decía en el oído que no le quitara los ojos de encima a la Luna, que recordara bien su tamaño, destello, cada cráter que pudiera distinguir porque esa era la última Luna que veríamos juntas. Para aquel entonces ya tenía 9 años y entré en paranoia, me aferré muy fuerte a ella, lo más que pude en esa pesadilla y yo lloraba y le gritaba que no se fuera pero se iba desvaneciendo y ya no me abrazaba, ya no la sentía. Desperté de golpe y con la cara húmeda por mis lágrimas. Ahora que ya no vivimos juntos, no tengo ninguna cama a dónde correr cuando tengo pesadillas, así que no me queda más remedio que echar un vistazo por la ventana con la esperanza de ver la Luna y esperar que de esa manera ellos puedan mandarme un beso en la frente para calmar mi miedo.
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